Paisajes del S.XV y wagashi
Me levanto completamente renovada después del baño de la noche anterior y lista para abordar el tercer día en Yamaguchi. Hoy también voy a recorrer la ciudad sobre ruedas, así que me voy hasta el centro de atención al turista de Yuda Onsen y me hago con una bicicleta y un mapa turístico. Voy a empezar por el destino más alejado para poco a poco ir volviendo sobre mis pasos, así que en primer lugar toca el tempo Joeiji.
Enclavado en un bello paisaje de montaña se encuentra este templo, que es prácticamente un repaso de la época de mayor esplendor de la historia de Yamaguchi.
En el siglo XV, Yamaguchi estaba gobernada por los Ouchi, un poderoso clan que monopolizaba el comercio con la China Ming y cuyo vasto territorio se extendía por gran parte del oeste de Japón. En este clima de bonanza económica, Yamaguchi ostentaba una posición de núcleo cultural que nada tenía que envidiar a Kioto, convirtiéndola en tierra de acogida de artistas de renombre. Tal es el caso de Sesshu, el monje zen y artista de pintura con tinta china más destacado de Japón, a quien se le atribuye el diseño del increíble jardín de este templo. El nombre del Joeiji, sin embargo, viene de la época del clan Mori, que construyó el templo original en la zona de Hiroshima en honor a Mori Takamoto y lo trasladó hasta su emplazamiento actual en 1863. Caminar por el jardín es como sumergirse en uno de los pergaminos de Sesshu; su imperturbable tranquilidad obsequia a quien lo visita con un momento de serenidad y reflexión. La visita, además, se puede hacer acompañada de una explicación en realidad aumentada en inglés.
Mi viaje continúa por el templo Rurikoji, uno de los lugares de visita obligada por su pagoda de cinco pisos tesoro nacional de Japón. La pagoda es una de las fotos que aparece sin falta en los folletos de Yamaguchi, pero, aunque suene a tópico, no hay punto de comparación con verla en persona. Construida en 1442 en honor a Ouchi Yoshihiro, esta es una obra representativa de la arquitectura japonesa medieval y del poder del clan Ouchi, que llevó a cabo cuantiosas inversiones en materia de arte y cultura. La pagoda ya es impresionante desde el estanque de la entrada principal, pero al acercarnos poco a poco podremos apreciar su belleza con mucho más detalle. Sus elegantes cubiertas de corteza de ciprés están construidas de manera que cada piso va siendo un poco más pequeño que el anterior, confiriéndole a la estructura un aspecto muy dinámico y estilizado. El singular atractivo de este monumento le ha granjeado la fama de ser una de las pagodas más destacadas de Japón junto a la del templo Horyuji en Nara y la del templo Daigoji en Kioto.
Antes de volver a la zona de Yuda Onsen decido darme un salto por el Museo de Arte de la Prefectura de Yamaguchi, donde se expone en realidad virtual el tesoro nacional más famoso de Sesshu, el Paisaje de las cuatro estaciones. En el templo Joeiji se puede ver el jardín diseñado por el artista, pero gracias a esta experiencia podremos adentrarnos aún más en su mundo creativo. La obra original, que cuenta con 16 metros de longitud, presenta un panorama donde las estaciones se suceden caprichosamente. Mientras tanto, la naturaleza y las personas que moran el pergamino se dejan llevar sin oponer resistencia por el implacable paso del tiempo. Gracias a esta exposición se puede apreciar en detalle cómo Sesshu representaba el contorno de las montañas, cada pequeño indicio del cambio de estación, los personajes de la obra y sus quehaceres… La experiencia es toda una inmersión en el imaginario de este artista, que rompió los esquemas del mundo de la pintura suibokuga en Japón.
Después de tanto pedalear y apreciar arte se me abre el apetito, así que vuelvo a la zona de Yuda Onsen para planear la siguiente visita y comer algo. En pleno centro se encuentra el restaurante Choshuya, que ofrece uno de los platos típicos de la prefectura: el kawarasoba. Kawara significa teja, y soba es el nombre con el que se conoce a los fideos de trigo sarraceno en Japón.Al ver la foto del kawarasoba por primera vez resulta algo insólito: ¿en serio se comen los fideos sobre una teja? Pues sí, ni más ni menos. Me pido uno y pronto llega la ración completa con sus fideos de té verde, su carne de vacuno y sus tiras de tortilla japonesa. Y todo ello servido, efectivamente, sobre una teja. Es aconsejable probarlo ya no solo por la novedad, sino porque aparte de llamar la atención visualmente, ¡está muy bueno! Los fideos se van tostando hasta alcanzar un punto crujiente y luego se mojan en una salsa especial que le acaba dando al conjunto un toque muy sabroso. Sin esperármelo, esta ha sido una de las experiencias más curiosas del viaje.
Pues bueno, ahora que ya he tachado de la lista varios de los must de Yamaguchi, puedo devolver la bicicleta y darme el gusto de probar una actividad un poco más relajada. Me voy a Lawaku, un establecimiento de talleres de cultura japonesa donde se puede reservar una sesión de elaboración de wagashi (dulces japoneses), preparación de té matcha y prueba de kimono.Primero, elijo el kimono que me voy a poner ese día. Me decanto por uno de un tono rosado muy coqueto que me ha llamado la atención. Luego me llevan al piso de abajo y me enseñan a preparar dulces con formas redondeadas, de flores o incluso de carpa. Aunque el resultado no queda tan bonito como el de la profesora, ha sido muy interesante aprender sobre un aspecto de la gastronomía japonesa que no conocía tanto. Cuando ya está todo listo, llega el momento de ir a la sala de tatami y preparar el té matcha, que será la combinación perfecta para los dulces. La clave es controlar bien las cantidades de té en polvo y agua caliente, además de conseguir que salgan suficientes burbujas a la hora de mezclar. No deja de ser curioso intentar hacer esto en kimono, ya que requiere cierta concentración hacerlo todo correctamente sin mancharse las mangas.
Después de tomerme el té me voy al parque de al lado a sacarme unas fotos en una casita de tatami con jardín zen; todo esto prácticamente sin ningún otro turista en los alrededores.
Al dirigirme a la estación de Yuda Onsen para terminar mi viaje en Yamaguchi, no puedo evitar quedarme pensando en todas las cosas que he podido hacer en tres días: caminar por historia viva en Hagi, disfrutar de su mar azul, pisar el camino por el que viajaban samuráis y señores feudales, bañarme en una estupenda zona de onsen, hacer wagashi, pasear en kimono… Así termina un viaje que muchos llevan soñando desde hace tiempo.
Un viaje por el Japón de antes, el auténtico; el Japón conocido por muy pocos y a mi propio ritmo.
¿Qué os parece? ¿Os apetece venir a vivir Yamaguchi?