Paseo por una ciudad Samurái
La primera parada en mi viaje por Yamaguchi es la ciudad de Hagi, un enclave con vistas al mar de Japón cuyas calles conservan el trazado y el encanto de la época samurái. El recorrido es sencillo: solo hay que coger el tren bala hasta la estación de Shin-Yamaguchi y tomar el autobús Super Hagi, que llegará en una hora a la ciudad.
Al bajarme en la parada Hagi Meirinkan me dirijo directamente al alojamiento para dejar el equipaje y alquilar una bicicleta, ya que es la forma más cómoda de navegar la ciudad.
Con el mapa ciclista en mano trazo la ruta del primer día y decido empezar por el museo Uragami de Hagi, una parada indispensable para los amantes del arte.
El edificio, diseñado por el arquitecto del estadio olímpico de Tokio, alberga una amplia colección de 5.500 estampas de xilografía japonesa y excelentes piezas de cerámica oriental. Después de empaparme de obras selectas de iconos como Hokusai o Hiroshige, me vuelvo a montar en la bici y en unos tres minutos llego al barrio histórico de Hagi.
Paseando por sus calles flanqueadas por muros blancos y residencias samuráis me siento como si estuviera caminando por historia viva.
Mi próxima parada será la residencia Kikuya, cuyo pequeño museo relata cómo era la vida de una familia pudiente del período Edo. Este lugar es muy conocido por el porche de tatami con jardín que sale en los folletos, pero en primavera y otoño abre también el jardín privado, mucho más extenso y rodeado de una agradable aura de paz.
La visita a esta residencia me ha dejado con ganas de seguir indagando sobre el pasado de Hagi, así que seguidamente pongo rumbo al canal Aiba, una de las zonas más mágicas de la ciudad.Construido a mediados del siglo XVIII, el canal Aiba antiguamente estaba surcado por pequeñas embarcaciones que transportaban mercancías bajo los puentes que daban acceso a las casas. El recorrido discurre acompañado por cientos de carpas de colores y culmina en la residencia Yukawa, una antigua casa samurái que conserva las salas donde se aprovechaba el agua del río para las tareas del hogar, llamadas hatoba. De hecho, todavía se puede ver a los vecinos lavando las verduras en el río a la antigua usanza.
Para aprovechar el día al máximo hago un último esfuerzo y subo hasta la zona del templo Tokoji, que está un poco más alejada del centro histórico. El recinto me recibe con su preciosa puerta de color rojo, que a su vez me conduce por otro portal de gran belleza hasta el altar principal. Pero la verdadera sorpresa me espera en la parte trasera del templo, donde descansan las almas de los señores del clan Mori arropadas por la imponente estampa de 500 faroles de piedra. Durante la celebración del obon en verano, el templo Tokoji se convierte en una visión de ensueño con sus cientos de faroles encendidos para conmemorar a los antepasados del clan.
Los habitantes de Yamaguchi se sienten muy orgullosos de los Mori, ya que fue una de las primeras familias feudales en incorporar la técnica y el pensamiento occidental tras el aislamiento de Japón. El encendido de los faroles del templo Tokoji es un evento muy importante en la cultura local y demuestra lo mucho que se sigue respetando a esta familia en Yamaguchi.
Tras sumergirme en el mundo espiritual del Japón de antaño, dejo que la bicicleta se deslice desde la pendiente del templo hasta la orilla del río, que me conducirá poco a poco al lugar perfecto para disfrutar del mar de Japón.
Tras un día de experiencias inolvidables llego a la playa de Kikugahama, donde me quito los zapatos para disfrutar de la arena y escuchar el rumor el mar. Desde la orilla me deleito observando la silueta del monte Shizuki con los colores del atardecer como telón de fondo.
Ya llega la noche, así que vuelvo al centro de la ciudad dispuesta a disfrutar de la auténtica gastronomía local.
Tomando como referencia las sugerencias del mapa ciclista, decido probar con Isuzu. En este local sirven un excelente menú japonés con su buen sashimi y una generosa ración de erizo de mar, que es considerado una delicatessen de la ciudad.
Con esto, el primer día llega a su fin. Después de pedalear con calma hasta el hostal Ruco, decido unirme al ambiente relajado del bar y tomarme algo con huéspedes y lugareños.